Los velorios domiciliarios como resistencia al individualismo del dolor y la pérdida

En los pueblos y parroquias rurales, cuando alguien fallece, redoblan las campanas de la capilla barrial sin importar de quién se trate: el anuncio involucra a toda la comunidad. Los velorios se realizan en los domicilios de los difuntos o sus familiares y se convierten en un acto vecinal. Estas prácticas han desaparecido casi por completo en los centros urbanos, reemplazadas por sesiones privadas, acartonadas y mucho más individuales. Esto causa que el dolor sea un sentimiento que tiende a aislarse y que el duelo se reserve a un espacio de tiempo determinado.

El abandono de los velorios domiciliarios y la mercantilización de fechas tradicionales como el Día de Difuntos, la Colada Morada y las wawas de pan favorecen el individualismo y fragmentan los vínculos comunitarios. En este ensayo se analizarán las diferencias sociales y culturales de los rituales funerarios entre lo rural y lo urbano, y su efecto en el procesamiento del duelo por la pérdida de un miembro de la comunidad.

En el contexto rural observado, la muerte es un acontecimiento colectivo que inicia con el redoble de las campanas. Si bien la tecnología ha facilitado la comunicación, el símbolo sonoro sigue siendo aún más importante; la alerta no se queda en un mero anuncio, sino que actúa como disparador de acción. Los vecinos se preparan para ir a dejar el pésame, la familia más cercana organiza la casa y los espacios donde recibirán las visitas, y los cocineros se alistan para preparar la comilona que acompañará el velorio y reunirá a amigos, familiares y vecinos después de dejar el cadáver en el cementerio parroquial.

Por su parte, en las zonas urbanas todo esto queda relegado a funcionarios sanitarios y empresas que tienen todo listo para recibir cadáveres por turno y horario. Si bien familiares y amigos también son partícipes, quedan reducidos únicamente a actores pasivos que asisten como si fuera un evento más de la agenda diaria. Los que pueden asistir al sepelio, una vez finalizado, continúan con sus vidas.

Un elemento central de los funerales en la ruralidad es la comida, entendida como gesto de agradecimiento por acompañar y que a su vez obliga a la reciprocidad. El acto de compartir los alimentos está arraigado en la cultura; sin embargo, al convertir las tradiciones en productos de consumo, estas pierden el sentido de comunidad y se vuelven manjares estacionarios.

En conclusión, la transformación de los rituales funerarios y la mercantilización de las tradiciones son un reflejo del avance del individualismo. Este proceso puede detenerse al volver a practicar las costumbres con conciencia, para que lo inevitable no se convierta en un mero acto protocolar o en un evento empaquetado y a la venta.