Desde hace un tiempo, todo lo que escribo lo paso por una IA para que le haga un análisis crítico. Me encanta cuando me dice cosas como: “No has dicho nada que no se haya dicho mil veces” o “Estás justificando la mediocridad con corrección política”. Básicamente, me habla como yo cuando me pongo insoportable. Y eso, la verdad, me da risa.
Pero el problema es que todo se queda ahí: en la crítica. Sin ofrecer salida.
Y ese es un mal del que también padezco. Mucha teoría que en papel suena brillante, pero en la práctica… no siempre aplica. Ideas que parecen muy pensadas, pero que terminan estancadas en lugares comunes. Ouroboros mordiéndose la cola: eternamente ocupado, sin moverse a ningún lado.
¿Y entonces? ¿Cuál es la solución a lo que planteo? Más allá de esta metacrítica con la que intento justificarme… no lo sé. Dame chance. A esta altura ya no sé si esto lo escribí yo, la IA, o si todo esto es solo una excusa para seguir escribiendo sin tener muy claro por qué.
Tal vez el comienzo sea aceptar que está bien no saber. Que el primer paso —aunque suene a autoayuda de TikTok— es admitir que hay cosas que uno no sabe que no sabe, ojalá así se rompa el ciclo, o quedarnos en el eterno: depende.